sábado, 28 de mayo de 2022

La sombra en el Camino

 Bajo la verde fronda, encumbrado en una loma, un peregrino columbraba entristecido la bruma que le frenaba. Un camino sinuoso, enredado en la ladera, dibujaba caracolas con el polvo del sendero. El alba cantarina de las aves ponía música al despertar del firmamento, recordando la creación de una nueva jornada.

Una simpática sombra se posó a sus pies. Al levantar la vista contempló la silueta de un fraile tonsurado, miope y risueño, saltimbanqui de la mística tal y como mostraba su luenga barba y su armazón todo de huesos. El silencio le llenaba agrandando su menuda figura e imponiendo una autoridad emanada de Dios. Sin dejar de contemplarle, inquisitivo y tierno, le dio los buenos días, con un ligero acento que parecía francés. 

<<Hubo una vez por el Camino- comenzó relatando la sombra del fraile- un peregrino de lejanas tierras, tan lejanas que nadie sabía qué lengua era la suya: gutural y estentórea, salía de su boca como el habla de un demonio…>>.

Rellenó la pausa con una sonrisa grandilocuente, esperando que su único oyente permaneciera atento a su relato.

<<Recorrió el Camino una y otra vez, de Roncesvalles a Santiago, de las montañas pirenaicas a la espalda del santo, una y otra vez, una y otra vez…>>.

Volvió a hacer una pausa. Esta vez sin sonrisa extemporánea. La sombra relataba; el peregrino escuchaba. 

<< Muy grandes tuvieron que ser sus pecados para que el Santo no le perdonase. El Señor es compasivo y misericordioso, nos dicen los Salmos. Y, aun así, la penitencia era grande. Eran otros tiempos ¿sabes? Tiempos lejanos, en los que la superstición aparecía entreverada con la religión. Y como era de esperar, un peregrino de habla extraña, refractario a la compañía, penando por el Camino una y otra vez, acabó siendo identificado con un alma condenada.>>

Otra vez el silencio. Un silencio que caía como una roca al fondo de un estanque. No se oía ya el trinar alegre de los pájaros mañaneros. Un sol asustado se elevaba hacia su trono mientras el aire arreciaba, trayendo de lejos el azul del mar. La sombra se desplazó, cambió de postura veloz, y el peregrino pudo notar contra su piel el tosco hábito del fraile sentado junto a él.

<< Pronto empezaron a conocerle como el peregrino maldito y los demás peregrinos temían encontrarse con él. Le evitaban y se informaban los unos a los otros de dónde había sido visto por última vez. Pasaron años y más años y los caminantes seguían asegurando haber visto al peregrino maldito, en una curva, tras una roca, escondido entre las ramas, acechando cual bestia salvaje, impidiendo a los demás peregrinos que alcanzasen el perdón del santo, tal y como a él le tuvo que ser negado>>.

Pausa. Silencio. Cada vez menos luz a pesar de que el día avanzaba. La sombra se decantaba en negrura espesa. El peregrino ya no se atrevía a levantar la vista. El negro profundo le atenazaba y el sudor frío que le deslizaba por la espalda le inducía al temblor. 

<< ¿Alguna vez viste un demonio?>>.

Una risa inhumana estalló como una tempestad.

<< ¡Jajajaja! ¡Jajajaja! ¡Jajajaja! >>.

Una mano le agarró el brazo con fuerza. El peregrino de un salto se puso de pie, y al volver la vista hacia el fraile solo descubrió un hueco. Una venera brillante ocupaba su lugar, con una inscripción grabada en su interior: No temas al Camino, busca solo su perdón. 

Como despertando de un mal sueño, miró a su alrededor, intentando disminuir las pulsaciones que oprimían su pecho. Paso a paso, retomó el ritmo de la caminata, mientras pensaba aún aturdido en lo extraña que era la penitencia que el Camino imponía a los que ansiaban su perdón.


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